Las otras dos de las cuatro reglas fundamentales de la escritura peligrosa:
Registro de ángel: No juzgar a los personajes ni definirlos burdamente con términos abstractos. No describir algo como terrible, alegre o simpático, sino dejar que el lector saque sus propias conclusiones basándose en los hechos y las apariencias.
Ir al cuerpo: Una historia debe ser una sucesión de momentos vividos con todo detalle, describiendo las sensaciones para que parezca que se puedan tocar, para que sean casi físicas. Un ejemplo de esto se puede encontrar en El hombre que se enamoró de la luna, cuando su protagonista dice: Plantado en medio del río, tus pies y tus piernas aullarían de dolor, la sangre te subiría tan rápido como pudiera subir la sangre, poniendo tanta distancia entre ella y el río como la sangre pudiera poner.